Las palabras, a veces, se parecen a la luna porque tienen dos caras; y sobretodo un lado oscuro que puede ser como el disco de Pink Floyd: hermoso y lleno de poesía. En ese caso me gustan, las quiero y escribo con entusiasmo, cariño y dedicación, como si les hiciera el amor. Pero también suele suceder lo contrario: que el lado oscuro de las palabras sea eso mismo: falto de luz, lleno de cráteres y frío como el otro lado de las monedas. Ahí las palabras me desagradan. Entonces me quedo callado y soy más de la fotografía o las artes plásticas. Miro las fotos blancainegras de los diarios, juego con los colores de la bufanda y dibujo con las esporas, moviéndolas de un lado a otro con la vista. De aquí para allá un caballito de Troya transparente, de allá para acá una flor con cuatro tallos y un sólo pétalo. El efímero arte de pintar con esporas...
Siempre me reconcilio con los lados oscuros y las palabras, porque tengo que decirle hola al portero y que hace un frío... porque al parecer no me alcanza con existir, también es necesario decirle al mundo, a las cosas a la gente a uno mismo. No hay caso, me hacen falta las palabras, es que soy hombre. Y los hombres hablan, así como los perros fuman y los gatos cantan por la noche, sobre los techos de las casas.