25.10.10

eclipse


a Cele y Jesu




los diarieros miran la luna, ahora lo sé




saben cuáles son las esquinas
más apropiadas para divisarla
y además están dispuestos a acompañar
a dos susurradoras
en plena madrugada
a dicho lugar de observación




pero esa noche la luna ya-no-estaba
y ni ellas, ni él o ellos
pudieron guardar en sus bolsillos


la luna que tampoco

sirvió para pagar el diario del día siguiente





antü | veinte




3 comentarios:

Cecilia Olguín dijo...

lindo, che.
lindo, en general.
susurrro!

...jebumarï... dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
...jebumarï... dijo...

La luna había desaparecido... Quién habría podido decir si en realidad la torre increíblemente alta del edificio del frente, o las nubes, o las luces, o el incontenible vaivén del viento la había trasladado hacia el otro extremo del mundo...
Por lo menos, aquel hombre con las manos entintadas la había visto. Había sido real entonces, aquella noche, que la luna, cual moneda, se había escabullido por debajo de los almohadones blancos. Sólo bastaba con subirse al séptimo piso y hurgar desde allí.